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    Un estudio de neuroimagen sugiere que la meditación mindfulness reduce la activación sensorial

    Las personas que practican la meditación mindfulness con regularidad parecen experimentar sensaciones corporales con mayor facilidad que otras, pero esta mayor consciencia podría no aumentar su precisión.

    Un nuevo estudio publicado en Psychophysiology descubrió que los meditadores experimentados eran más propensos a reportar un ligero toque, incluso cuando no se producía ningún contacto, un cambio de comportamiento relacionado con cambios en la actividad cerebral antes de la sensación. 

    Estos resultados sugieren que la meditación mindfulness puede reducir el umbral cerebral para percibir estímulos.

    Contexto

    La meditación mindfulness a menudo implica centrar la atención en las sensaciones corporales internas. Investigaciones anteriores han demostrado que estas prácticas pueden promover la regulación emocional y reducir el estrés, la depresión y la ansiedad. Sin embargo, los mecanismos que subyacen a estos beneficios siguen siendo objeto de debate.

    Una propuesta es que la atención plena mejora la interocepción (la capacidad de detectar señales corporales internas) y que esta habilidad podría ayudar a las personas a gestionar sus experiencias emocionales y físicas. 

    Sin embargo, no está claro si la práctica de atención plena a largo plazo realmente mejora el rendimiento sensorial objetivo o simplemente cambia la forma en que las personas interpretan sus experiencias corporales.

    Detalles del estudio

    Para su estudio, los investigadores compararon a 31 meditadores de atención plena experimentados con 33 no meditadores que leían regularmente al menos cinco horas a la semana. Este grupo de control de lectura ayudó a descartar los efectos generales de la atención sostenida o la inactividad. 

    Ambos grupos fueron emparejados en edad, sexo, lateralidad y otras características, y todos los participantes no presentaban afecciones neurológicas ni psiquiátricas.

    Los participantes completaron una tarea de detección de señales somatosensoriales en la que se aplicaron tenues estímulos eléctricos al dedo en algunos ensayos, mientras que en otros no se produjo estimulación. En ocasiones, un breve destello de luz acompañaba al contacto o a la ausencia de contacto, aunque la luz no era informativa. Después de cada ensayo, los participantes indicaron si creían haber sentido un contacto.

    Utilizando este método, los investigadores midieron dos aspectos de la percepción: la sensibilidad (la precisión con la que los participantes podían detectar un contacto real) y el criterio de decisión (la facilidad con la que respondían «sí» a sentir un contacto).

    Además de esta tarea, los investigadores registraron la actividad cerebral de los participantes mediante electroencefalografía (EEG), centrándose en las oscilaciones de la banda alfa en la corteza somatosensorial justo antes de cada prueba, ritmos cerebrales que influyen en la percepción y la atención.

    Los participantes también completaron una serie de cuestionarios de autoinforme que evaluaban la atención plena, la regulación emocional y la sensibilidad interoceptiva.

    Hallazgos sorprendentes

    Los hallazgos contradijeron algunas suposiciones previas. Los participantes que practicaban la meditación mindfulness no mostraron mayor sensibilidad para detectar los toques leves en comparación con los que no meditaban. En otras palabras, no fueron más precisos al distinguir los estímulos reales de los ilusorios.

    En cambio, presentaron un umbral de decisión más bajo: eran más propensos a reportar sentir algo, independientemente de si estaba presente o no. Este estilo de respuesta más liberal fue evidente a pesar de que ambos grupos recibieron la misma intensidad de estimulación eléctrica.

    Los datos del EEG revelaron que esta diferencia conductual estaba relacionada con patrones distintivos en la actividad cerebral. Los meditadores mostraron niveles significativamente más bajos de potencia de la banda alfa en la corteza somatosensorial justo antes de la administración del estímulo, tanto en términos absolutos como en relación con la línea base previa al ensayo.

    El análisis ensayo por ensayo confirmó que una menor actividad alfa preestímulo predijo una mayor probabilidad de reportar un toque, independientemente de si este ocurrió.

    Este patrón respalda la idea de que una menor actividad alfa refleja un estado más «abierto» o excitable en la corteza sensorial, lo que aumenta la probabilidad de que las sensaciones internas ambiguas se interpreten como estímulos externos.

    Curiosamente, si bien este cambio en el estado cerebral aumentó las tasas de reporte, no mejoró la precisión sensorial. No se encontró evidencia de que una menor potencia alfa mejorara la sensibilidad (la capacidad de identificar correctamente los toques reales). 

    En cambio, parece haber aumentado tanto los toques como las falsas alarmas, lo que resulta en más reportes generales sin una mejor discriminación.

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